FIGURAL II ( " Vincent " )

FIGURAL II ( " Vincent " )

ARRIBA : Guillermo CUELLO / Figural II " Vincent " / Tributo a Vincent van GOGH / Acrílico sobre lino belga / 210 x 108 cm / Buenos Aires / Prop. del Autor.

21.1.09

GUILLERMO CUELLO < Explorador de límites >

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Por María de Michelis


Afuera es gris y luz pálida de otoño incipiente. Adentro
es un espacio blanco donde se desparrama un rosario de telas, pinceles, acrílicos, respetando ese orden caótico del que disfrutan quienes habitan el mundo de las Artes Plásticas. En este taller de dimensiones generosas y recovecos inimaginables, los ventanales dan a un jardín que en breve perderá sus verdes. Casi no hay centímetro de pared que no haya sido ocupado por cuadros; algunos gigantescos, otros no tanto, todos rotundos, fuertes, brutales. Provocan. Sacuden. Invitarán al rechazo o a la admiración, pero difícilmente puedan ser ignorados: la obra desborda sensualidad y un carácter tan contundente como la historia de su autor.

Guillermo Cuello nació en el barrio de San Telmo en Buenos Aires el 28 de abril de 1959, y desde el vamos supo cuál era su marca de identidad. Pronto le tocó advertir que en su vida el arte no era una obcecación sino su destino, de modo que la frase con la que arranca la charla suena redonda: “yo no busqué a la pintura, la pintura me encontró a mí”. Eso se llama certeza.

El día a día de su infancia transcurría echando mano de papeles y crayones a la hora del juego, que, obvio, siempre quería decir dibujar. Entonces su casa era su habitación y su habitación era una suerte de librería provista de todo lo necesario para dar rienda suelta a sus inagotables impulsos creativos. ¿Qué más podía pedir alguien que patentizó prematuramente su vocación?.

Los siguientes pasos fueron la consecuencia lógica de semejante “llamada”. A mediados de los ´70 decidió darle marco formal a sus anhelos artísticos y encarar el aprendizaje de Artes Visuales. Después de estudiar dibujo y pintura con Horacio Butler, fundamentos de la visión con José Ferrari y escultura con Aurelio Macchi,
En 1982 egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón”, donde ahora está a cargo de la
Cátedra de Pintura I II III y donde fue también Profesor Titular de Fundamentos Visuales en el Ciclo Superior.

Claro que la conmoción que le generaban las artes plásticas había comenzado mucho antes de emprender un trayecto académico, ya al descubrir a Rembrandt y Goya, y más tarde a artistas contemporáneos como Basquiat o Boltanski.

Parece fácil enterarse de su coherencia vocacional; bastante más complejo es definir el estilo que alberga su expresión creadora, en parte porque Cuello es enemigo de las definiciones y en gran medida porque tratar de encasillarla, enjaularla dentro de cánones tradicionales, sería igual de fallido que intentar racionalizar una pasión. Sí se pueden resaltar ciertos signos definitivos que aparecen en sus cuadros, como la despreocupación por el despliegue de virtuosismo, la densidad y el exceso de materia, el sesgo visceral de los trazos desmesurados que atraviesan grandes superficies y dan la impresión de querer propasar los límites del espacio y del lenguaje gráfico. A tal punto esta pintura se sale del carril que hasta se le adivinan música y olores. Podría aventurarse que las pinceladas asumen el dinamismo de la pregunta a la manera hegeliana, instando a transponer el umbral de lo que ya es, a superar la asimilación de las formas cerradas y dadas de una vez por todas. Es el tono errátil de los interrogantes y no el de las respuestas categóricas, es el de las figuras en gestación lo que interesa a este artista. “Las acciones y performances iniciadas en Virginia en 1994 me permitieron trabajar sobre la idea de lo figural (que no es necesariamente figurativo) como sostén inevitable de la cadena significante, pero de ningún modo se trata de una representación literal de la figura”, explica. El efecto es gestual, delata una imagen en estado embrionario lograda mediante un proceso de creación en el que el espacio está concebido como no-sitio.

Es evidente que en la espinosa relación entre lo estético y lo útil, y entre el arte y la producción, Cuello prefiere eludir la comodidad de las tendencias que apuntan al diseño y a los aspectos decorativos o utilitarios, para dedicarse de lleno a profundizar en su universo subjetivo. Era de esperar que esta postura libre de concesiones le valiera el “ninguneo” de muchas galerías de Buenos Aires; en cambio los seguidores de su impronta creadora le guardan fidelidad inquebrantable.

Incluído en la lista de los poco profetas en su tierra (una categoría cada vez más argentina) tiene su obra comprometida con Europa, donde compartió exposiciones con artistas del calibre de Arnulf Rainer, Robert Wilson, Víctor Chacón-Ferrey, Gustavo Fares, y con USA desde el año 1987. Sus cuadros están desperdigados por el mundo y se exhiben en distintos museos : la Fundación Veranneman (Kruishoutem, Bélgica) , The Blanton Museum (Texas, USA) , The Maher Collection (Wisconsin, USA) ,Lawrence University (Wisconsin, USA) , UECLAA (Essex, Gran Bretaña) , Museo Manuel Villaseñor (Madrid, España)
por nombrar solo algunos. En nuestro país, se encuentran en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (MARCO) , en el Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano (MACLA de La Plata), En el patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) en la Presidencia de la Nación (Buenos Aires).

Podría pensarse que todo el prestigio acumulado le serviría como perfecta canción de cuna para dormir en los laureles del reconocimiento artístico. Error. Este talento de 41 años pertenece a esa exótica raza en vías de extinción que nuclea a quienes poco les importa la “chapa” y mucho la pintura.

Acodado en un banco de su atelier, Guillermo Cuello habla de sus proyectos; anticipa su participación en un prometedor simposio de arte que tendrá lugar a mediados de junio en Alemania, se regodea de antemano en los próximos delirios que su temple imaginativo ordene, y subraya con énfasis su única pretensión: que aquel que mire su pintura, por un instante, se conmueva.

Afuera es luz de otoño. Puertas adentro, las horas se diluyen mansas en el tiempo sin tiempo del arte.





© María de Michelis.

CORPORATE / Travel & Lifestyle / Año 6 / Nro. 19
Adaptación para el blog de 2009.

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